El galardón ha terminado, los labios se han sellado, las tumbas guardan la monotonía deseada,
el silencio nocturno reina en aquella ciudad, las almas lloran, los cuerpos huyen,
caen las paredes y los escasos vivos desean la muerte.
Todo es silencio, caos y silencio.
El fuerte ignora al débil, al feliz le es indiferente la tristeza del dolido,
la mujer tiene ya diez hijos y aun sigue pariendo,
y mientras en algún lugar del mundo,
los velos caen, se rasgan las vestiduras, las promesas pierden valor,
el agua ya no brota de la fuente y nuevamente aquel olor de la noche bendita impregna el lugar.
De estar abiertos aquellos ojos bellos, volverían a perpetuar su sueño.
E.M.