yito

Brinkmann

 

 

No hay montañas en mi pueblo

ningún arroyo, ni ríos.

El tiene espigas de trigo

y el oro blanco en su suelo.

 

Una estación con el duelo

de ver los rieles vacíos.

La pujanza de sus hijos

con las manos de labriegos.

 

Iglesias donde los ruegos

aroman como verbenas.

Y un cielo con las estrellas

Iluminando  sus lechos.

 

Plazas con rosas, Helechos,

y un rincón de los poetas

donde florecen las letras

que  deshojan estos versos.