No hay montañas en mi pueblo
ningún arroyo, ni ríos.
El tiene espigas de trigo
y el oro blanco en su suelo.
Una estación con el duelo
de ver los rieles vacíos.
La pujanza de sus hijos
con las manos de labriegos.
Iglesias donde los ruegos
aroman como verbenas.
Y un cielo con las estrellas
Iluminando sus lechos.
Plazas con rosas, Helechos,
y un rincón de los poetas
donde florecen las letras
que deshojan estos versos.