¡Tómame, Dios santísimo, y derriba
mis temores y dudas con tu fuego!
Quiero dejar de hacer mi vida un juego
en el que pierdo todo a la deriva.
Ya no quiero fingir esta diatriba,
este vano discurso al que me entrego,
ni quiero continuar ahora o luego
la mentira de vida por donde iba.
¡Ven, y destroza todo lo que tengo,
todo lo que secreto me retengo
y déjame vacío con mi nada!
Así comprenderé por fin tu gracia
y lo que verdaderamente sacia:
¡tu perdón, tu esperanza derramada!