Fluyen, se esconden, son esquivas,
salen a la luz, crecen un tanto, descansan, se reservan.
Son caprichosas, suaves, jactanciosas,
son amorosas, brutales, pecadoras.
Son vitales, triviales o letales,
son filosas, son pasión y son desvelo.
Con ellas nacen las discordias y entredichos,
amistades, amores y emociones.
Son cuna de arrullos de ternura,
son terciopelo de rosa florecida,
son espinas en el corazón clavadas,
desazón, olvidos y perdones.
Son misterio, lucidez, son alegría,
son la simiente del poeta iluminado,
son del maestro la sapiente muestra,
son adiós, recuerdos y amarguras.
Serán vestigios claros de la historia,
el amor gritado a cuatro vientos,
la mentira mordaz y agazapada,
sinceridad, burla o desconsuelo.
Son cantares cristalinos del arroyo,
repiquetear de lluvia persistente,
del aura tibia su lánguido lamento,
de la tormenta su furia incontenible.
Si queremos ser poetas, cuidemos las palabras:
Que no alaben en exceso y sin medidas,
que no juzguen, que no irriten, que no hieran,
que sean un clamor de paz y desde el alma.
Derechos reservados por Ruben Maldonado.