Me opongo al asesinato de tus labios.
No creo en la perpetuidad
cuando te veo gimotear
entre las hojas caídas
de este otoño momentáneo.
…Y aunque sé que casi todo pasa,
esta dolencia de no poder ser
un único cuerpo me convierte
en una negrura desgajada
por la mano del recto tiempo.
Me opongo al suspiro malcontento.
Tan sólo creo en lo que veo
cuando me aseguras que caminas afligida
hacia un mundo lleno de letras punzantes.
Acantilado con gaviotas soñadas
en mi corazón despiadadamente
disimulado.
No siento más sufrimiento que el que no deseo,
el tuyo, el mío, el que me provoca
el enrarecimiento del aislamiento.