Cada noche en mis horas de desvelo,
en mi sitio tranquilo, yo medito:
De tu presencia.
Pienso al final- segura me permito-
Reparar tu partida sin consuelo,
pura apariencia.
Siempre fuiste la estrella de mi cielo,
Y me diste capote donde habito,
con fina anuencia.
Partitura palabra en ese escrito
Rogativa contenta sin recelo:
de tu aquiescencia.
Tristeza tuve, Padre, lejanía.
Yo te pido perdón de haber nacido
porque fue fugitiva tu alegría
y tu dulzura.
Hoy extraño el capullo adormecido
tan lejano. Te pido que algún día
será humilde campana tanto olvido
de la ternura.-