El constante y monótono sonido del tiempo avanzando
me deja en silencio y pensando.
Cuatro paredes pero todas ellas ausentes de calor,
la oscuridad separa la reflexión del amor
y deja el sueño en una escalofriante claridad
que no se sabe si el espejo sigue siendo igual.
Nadie escucha las lluvias silenciosas
así como el caer de las rocas.
No hay mendigo que no haya sido rico
así como no hay abrigo que haya sido amigo.
Y así termina una noche,
iluminada más por luces del hombre
que por la luz del pobre.