El alma se me apoya en el recuerdo como ante un ventanal abierto al mundo y sólo pasas tú, sin alejarte, como quien llega y no se va, el crepúsculo me entrega esa fragancia que las rosas emiten al dormirse, hay algo tuyo en la luz que agoniza, en la arboleda, en el aire vagabundo, tienes sabor de siglos en mis labios, haces palpitar mi pulso,
y en soledad hay un presentimiento de dos cuerpos desnudos.
Se amontonan las sombras y se deslía el horizonte turbio, pero abajo, en la calle, al pie de mi ventana, hay un murmullo, apenas perceptible, de pasos diminutos, de súbito aleteo, de tímidos murmullos, que nadie ve ni escucha, que sólo veo yo, sólo yo escucho, descálzate que nadie sienta tus pasos, corre tras las hojas que el amor nos espera, corre y vuela como ave en primavera, que a ti sigue mi alma apoyada en el recuerdo, al recrearte, estoy creando nuestro mundo, siento las palmeras que se mecen al aire; estremecidas, y me pregunto, porque has abierto la caja de los sueños, porque un mar hambriento ahogaba la luz de mi entendimiento, porque una noche loca gire a mirar el presente sin esfuerzos violentos, porque el aura se encendía como se enciende un verso, rimando pareados, dos iguales, dos unidos a un tiempo. Porque anidan mariposas de luz donde había pozos negros, porque sellé tu boca con mis besos. Porque habla de amor el camino, porque sembraste amor de lejos, porque sellé la puerta abierta, porque anduve descalza en verano como andaban aquellos niños, mas tú calzaras mi alma y al calzador mi voz de ruego... Reyshell&Eduardo Siqueiro