Vaga el viento profundo y lloroso.
Igual que hojas de luz,
huyen las plumas del polvo.
El calendario de ataúdes
se deshizo en la misma raya del mar.
Pero los negros ojos de la noche
advirtieron la inclemencia
de una desolación.
En otro viejo cartel,
pintado en cenizas
y amaneceres deshilachados,
largo como pasos de loco,
se indicó la distancia de los
puertos confundidos.
Por debajo de la sombra,
imperceptibles cual
ecos en cavernas,
caminaban arañas
aturdidas de penas.
El tiempo se colgó sobre neblinas
aferradas a montañas.
Era casi la hora de las almas.
Por la espera de los juicios,
que entrarían por intersticios,
corazones temblaban.
Y por más que soñemos,
la vida es agitación,
muerte y tormentos.