Comienza el día tan hermoso, radiante y con resplandor. Es el verano del 2018. Algunos visitan la playa, otros descansan, algunos en su casa y otros en el cine viendo la película del momento. El cielo claro con su color azul, el amanecer comenzó con cielo despejado, con las nubes en su máximo color blanco, su color en derredor se torna convincente para los ojos. Su luminiscencia se torna hermosa, en claridad, en su aspecto más normal. Hubo lluvia en algunas partes de la tierra, como también el sol esplendoroso. El sol quiso entregar su color natural y su calor a todos, en el día de hoy. Fue una aventura sustancial, la felicidad del día de hoy. Todos ríen, algunos lloran, no se imaginan lo que el futuro tiene destinado. Sin embargo, la lluvia no dejó de azotar en algunas partes como sintiendo el momento final. Llorando por siempre su última luz en el mundo actual. Queda esperar, los ancianos saben lo que esta por venir. Ellos en su alta capacidad de somnolencia les ayuda a percatar más los desastres naturales del mundo en que vivimos. No es un desastre natural, pero, es un decir. Todo en calma, en silencio, no se siente un desaire de mala agüero o mal de ojo en el país. Se siente la brisa como el algodón, se siente el sol caliente como todos los días, la lluvia, sin embargo, es clara y más fría que de costumbre. El fin del mundo se acerca. Yá llega el fin del mundo, y nadie se ha percatado de la colisión que sufre el cielo, el sol y más el mundo. Se llena el mundo de un sol tan caliente, tan real y verdadero y se cree que algo malo acecha al mundo y a sus habitantes. Es el fuego de todo un sol, que acecha con devorar el mundo, no es la lluvia que viene como segundo diluvio universal a destruir el mundo actual. No es la guerra que acaba de explotar un misil, o es un terremoto de gran magnitud. No es la vida que se acaba. No se sabe a ciencia cierta qué es. Sólo se sabe lo que dice la Biblia, primero llegarán terremotos y desastres naturales y que pronto será el fin. Todas las premoniciones y futuros inventados se viene abajo. Llega otoño, y aún así, continúan los brujos, los astrólogos, los mentirosos prediciendo que es el final. El comercio se abastece de gente, los aeropuertos tiene más ventas que ayer, y sin embargo, las funerarias no tiene a nadie. Se comenta que es el fin del mundo, pero de tanto que han dicho que es el fin del mundo nadie lo cree. Todos comentan que es el fin del mundo. Y sí, es el final. El cielo tenso y denso, se llena de furia, de un calor excesivo. El sol quema a la piel. El cielo se viste de flavo color y no es ocaso, el mar embravecido se torna pesado, brumoso, en vez de caer lluvia cae granizo, la piel de la gente tiene heridas. La gente corre para evitar tener contactos con el granizo. Llega el caos a la ciudad al mundo. Es el fin del mundo, sí. Los abuelos lo presiente, que es el fin. El sol se esta oscureciendo más de lo normal, y no es todavía la hora del ocaso. Queda inerte el mundo actual, caen las murallas, caen los edificios, el mar entra y sumerge, succiona a todo el país bajo las aguas torrenciales del mar abierto. Queda el mundo inerte, frío, condenso, y sólo se siente el aire aún fresco, pero helado como la nieve. Los barcos se sumerge en el mar abierto, los aviones caen en derredor, nadie se percata, es el fin. Y es un día tan normal que casi, se asemeja a un día cualquiera. La gente ora, pero Dios ¿dónde está Dios?, ¿llegaría el momento apocalíptico del fin del mundo?. ¿Ó, qué será?. Es una crisis sustancial apocalíptica, que ha venido al mundo, a acabar con el mundo. A terminar lo que empezó, ó a destruir lo que por tantos años fue trabajo y dedicación. Como dice el refrán, “construir toda una vida para destruir en un segundo”. Ó, ¿qué ha sido de los puentes, se han venido abajo?, ¿y las carreteras se han destruido?. El sol, aún oscuro, en densidad y descensión, descendiendo, cayendo abajo, y la colisión del mundo quedó un desastre total. Es el mes de octubre, la luna roja como la pinta la Biblia, aún en el cielo no cae, es el desierto que aún queda ileso. Las rocas de los ríos se agrieta, se rompe en pedazos, y el destino de cada cuál es el mismo. La tierra queda en tres pedazos como sucumbiendo en un trance se queda la vida atónita, anonadada y en serio trayecto de un final sin regreso atrás. El cielo en bruna, en lempo color, es un desastre la colisión terrestre. Las nubes caen por la gravedad del tiempo, el océano queda inmóvil, un maremoto queda en un torbellino monstruoso y se viene abajo la vida, la vida muere, decae, se interioriza el desastre en el ser humano. ¿Todos moriremos o a todos nos salvará Dios?, es una pregunta sin respuesta, pero siempre por consiguiente se espera la segunda opción, que seamos salvados por Dios. Y que ese mal tiempo se vaya del mundo actual y quedemos todos felices como siempre. Pero no, no es la realidad. Lo que realmente sucede es el fin del mundo. Hubo una explosión, hubo un momento estruendoso que se llevó a la gente hacia otro lugar. ¡Oh, un país nuevo como dice al Biblia, una Jerusalén nueva!. ¡Otro país, donde quizás la felicidad sea eterna y el ser humano sea inmortal como la luz de Dios!.