Atravieso los desiertos clamando tu nombre,
voy en tu busca sin descanso, creo que estoy
cerca, las hadas me tienden su brazo salvador,
las ondinas me ofrecen su lomo para cruzar
todos los ríos.
Parece que a lo lejos se divisa una cabaña,
el descanso me llama a su seno tras larga
singladura, Morfeo me espera con la mesa
puesta para que el alimento del alma se
compadezca con el del cuerpo.
Tras un largo y reparador sueño vuelvo a tu
busca, sé que estás cerca, me lo dicen los
diosecillos del bosque que me acompañan con
su aliento como verónica que enjuga el sudor
de mi pasión, pasión por verte, por sentirte,
por olerte, eres el manitú que nutre, dadora de vida,
Naturaleza muerta para dar vida, vida no sin muerte,
Tánatos no sin Eros, Eros no sin Tánatos.
Reanudo la intención de buscarte, dejo la cabaña para
besar la esencia del bosque.
Vivo la sabiduría que la rusalka me transmite como canto
de sirena, quiere sumirme en el lago del olvido para
hacerme suyo, Circe pretendiente que se doblega al destino
de Odiseo, Ulises que solo ve patria, Ítaca bendita, reino,
familia, hogar.
Viajo al fondo de mí mismo, me opongo a la tentación
ineluctable de Calipso,
resisto otra vez, otra y otra, logro escapar de nuevo,
me ato al mástil y resisto de nuevo.
Creo que estás ahí,¡¿ Eres tú Penélope, eres tú Telémaco?!.
Por fin estoy en mi ansiado hogar después de veinte años
de periplo por mis adentros.
(Ahora solo me queda matar a todos los pretendientes que
se han instalado de balde en mi casa y que, por cierto,
mi hijo no ha tenido las agallas de echarlos.)