Al jardín de mi vivir,
llegaron fugaces mariposas
y en su raudo vuelo
me dejaron caer gotas de lluvia
y semillas de esperanzas al pasar,
que se incrustaron,
en el valle de mi alma
y pudieron germinar.
Luego llegó el viento,
y me trajo entre sus alas
un bondadoso ramo
de matizadas ilusiones
que quedaron prendadas en mi ser,
transfigurando milagrosamente
mi alma, un poco marchitada
que vivía en el hastío.