Voy, mis silencios, llenando con una oración o un ruego,
Solicitando tu ayuda para estar firme y sereno;
Tú, muy atento, me escuchas y al desvelar mi cielo
Entiendo aquello que busco para mirar el misterio;
La ruta se hace ligera, muy dócil el pensamiento,
Rauda se vuelve, mi duda, algo veraz y muy cierto;
Es auténtica alegría, caminar muy discreto,
Jamás seguir al orgullo ni al ilusorio lamento;
Busca esa luz, yo te invito, oye la voz de tu interno;
Cuida esa eterna vigilia: mantente libre y despierto;
Sube tranquilo la escala, llama a la puerta sin miedo,
Resiste, con entereza, ráfagas de viento y fuego;
Vale la pena la lucha por trascender vanos miedos,
Bello es contemplar la gloria del absoluto Universo;
Sí, tal vez, pienses mentira, estos dichos tan inciertos,
Sólo te reto mi amigo a que procures hacerlo,
Sólo los frutos dorados serán mi único argumento;
Busca el Árbol de la Vida, corazón de nuestro anhelo,
Verás que la puerta se abre, percibirás el incienso,
Recibirás, muy humilde, un claro conocimiento;
No serás ya más cautivo, sino puro sentimiento,
Ese huerto que cultiva la simiente de lo eterno;
Una luminosa estela, un celestial concierto,
Donde la unidad se funde con el inmortal aliento…