En mi corazón laten iracundas
las olas de la mar embravecida
cuando en tus ojos veo el viento
peinar las costas de este alma
poeta sólo por dibujarte en versos.
Veo asomarse una palabra a mis labios
como el sol tras una montaña
silenciada por lo umbrío,
mientras suena el rumor de un nuevo día
envolviendo la ilusión que entre
mis manos sostengo.
Y eres tú, mi paisaje,
el que observo mientras me pierdo
en tu sonrisa
y me encuentro en tu mirada.
Eres el silencio de cada lágrima rota
guardada sobre el papel.
Eres la noche cuando te lloro,
la luna cuando te extraño,
el reflejo de mis ojos cuando
siento que te vas
al inicio de otro cuento
demasiado amargo para lo que eres,
por no saber mirar más allá
de un horizonte que no existe.
Quizá vuelvan otras voces
que tus oídos contenten
con falsas melodías,
un nuevo escrito, otro falso sentir,
mientras la mía
permanece a la espera
de hallar el primer acorde,
pero a ese....
No lo llames
amor.
Alguna vez oí decir a un sabio
que del verdadero amor
sólo entendían los poetas,
no por decir palabras
que enamorasen los ojos,
sino por decir aquellas
que enamorasen el alma.
No creo que sea una sabia
ni mucho menos que sea poeta,
pero entiendo el amor
por el simple hecho
de leer en tu cuerpo mi poesía.