Eran las seis de la madrugada,
Levemente las estrellas coruscaban,
Por la plaza ancha, despoblada
Unos hombres tristes avanzaban.
Apagábase la luna; ya el día
Con su luz la tierra inundaba,
Ya el alba bermellón ardía
Y el sol la vida renovaba.
Las ventanas y los techos de las casas
Y las torres de las viejas catedrales
Se tiñaron del color de unas brasas
Que brillaban en los ventanales...
Los talares negros, caminando,
El portal del templo alcanzaron,
Santiguándose y glorias rezando,
Al antiguo edificio entraron.
A la misa del alba llegaron;
Y, la sala larga traspasando,
En el banco delantero se sentaron,
Los problemas mundanales desechando.
Unas voces en perfecta harmonía
Los ruegos a los cielos elevaban,
Unos rayos de la fresca luz del día
Por los largos ventanales penetraban.
El pequeño grupo taciturno
En penumbra de la catedral sentado,
Contemplaba el brillar del sol diurno,
Por los rayos en el piso dibujado.
Y estaba entre ellos un severo
Viejo que rezaba, entregado,
Con tranquila alma de acero,
Muy ausente y ensimismado.
¿Qué bueno en masacres cometidas?
¿Si la maleza o la vida fue quemada?
Por ánimas en fuego consumidas
Fervientemente reza Torquemada.
El dulce son del órgano llenaba
La sala prolongada semillena,
El viejo erudito ponderaba
La sangre y desesperación ajena.
De pronto levantó su vista fría
Al tope del retablo adornado,
Y vio que en la cima se erguía
La santa Cruz en el fulgor dorado.
Y viendo al Señor crucificado,
Se recordó el duro den Tomás
Del mandamiento por Dios Padre deparado
Al ser mortal: no matarás.
“Mas Dios, yo he llevado tu palabra,
En fuego y acero encarnada,
La herejía, esa falsedad macabra
Severamente fue erradicada;
Ya siendo joven prometí ser defensor
Del indefenso y traicionado,
Del dulce y callado redentor,
Por hombre traidor crucificado.”
Así, inmerso en la oración
El Gran Inquisidor reflexionaba,
Semidormido en meditación,
Los hechos de su vida repasaba
Y en el suelo de la vieja catedral,
Sereno, plácido y refulgente,
Entrando por el grave ventanal,
Brillaba un rayito indolente...