Como una sombra ceñida
entre brotes de tormentas;
mi canto surgió sufrido
para resquebrajarse en ascuas,
queriendo intentar erguirse
por las venas de la aurora
junto a vientos inocentes.
Oí crujidos, que abrieron
entre turbulentas llamas,
temblorosas las vigilias
que anidaban por los sueños
de tantas almas heridas.
Vistiendo mi traje blanco
voy velando ya mi sangre
sobre el lecho que está frío;
donde se arrulla obediente
mi corazón desabrido,
que en magnífico corcel
galopará hacia tu mundo
donde la muerte espera.