Y me encontré cara a cara conmigo mismo. Fue una tarde de invierno. Miraba a través de la ventana de mi habitación. Fuera comenzaba a nevar. Abrí la ventana, quería escuchar ese rumor tan peculiar de la nieve al caer. Poco a poco todo se tornaba blanco, dando un toque mágico al ambiente. De repente sentí una voz dentro.
– ¿Eres feliz? ¿Estás satisfecho contigo mismo?
El vacío que sentía dentro me hizo responder, en forma espontánea: no
–¿Qué sientes? ¿Cómo te sientes? – Me preguntaba de nuevo la voz de mi conciencia –.
– No me siento satisfecho conmigo mismo. – respondí con sinceridad –Siento que algo me falta dentro. Cansado estoy de no ser yo mismo. De dar mucho a los demás y poco o nada a mí mismo. Siento que estoy viviendo una mentira que va carcomiéndome por dentro.
– La vida es solo una – continuó interpelándome – Vivirás contigo mismo hasta que mueras. No esperes llegar al lecho de muerte y descubrir que no has vivido. No dejaría de ser patético y decepcionante. – Sus palabras erizaron mi piel. Un frío intenso recorrió mi espina dorsal –.
– Tengo cierta edad y tantas seguridades. Dejarlo todo y comenzar de nuevo sería una locura. Dejar lo que siempre he hecho, a lo que estoy acostumbrado sería toda una irracionalidad.
– Seguir haciendo lo que haces sin amarlo, sin quererlo, simplemente porque estás habituado a ello, a mi modo de ver, es una estupidez. Desperdiciar lo que te quede de vida en algo que no amas, teniendo la oportunidad de cambiar, eso sí sería una irracionalidad, aparte de una inconciencia. – reconozco que mi voz interior en ocasiones, o mejor dicho, siempre, es muy directa. No tiene reparos en decirme la verdad, mi verdad –.
– ¿Qué hago? – le pregunté –.
– No preguntes lo que ya sabes. Eres lo bastante inteligente para saber qué hacer. El miedo siempre estará presente. Todos sentimos miedo. Lo irregular es que ese sentimiento te paralice. Eso no debes permitirlo nunca. Entra en ti mismo. Háblate con sinceridad. Sabes el paso que tienes que dar. ¡Dalo!
Suspiré profundo. Seguí mirando por la ventana la nieve caer. No sé por cuanto tiempo. Aquel día decidí dar un paso importante en mi vida. Quise dar un cambio existencial. No puedo describir la paz interior que sentí después de aquella decisión. Un peso enorme me había quitado de encima. Enfrenté a todos. Quien me comprendió, quien me ayudó, quien me dio la espalda, quien me juzgó y hasta condenó. Allá cada uno con su conciencia.
Aquí estoy en esta tarde de otoño. Son las 19.45. Contemplo el ocaso. Oigo los pájaros trinar a lo lejos, se despiden del día que declina. Las notas suaves de un piano me hacen compañía.
De nuevo siento la voz que me pregunta:
– ¿Eres feliz? ¿Estás satisfecho contigo mismo?
– Sí, – respondo sin titubear –. Además me siento orgulloso de mí mismo.
– ¿Qué sientes? ¿Cómo te sientes?
– Satisfecho y en paz conmigo mismo. Expectante, no lo puedo negar. Con ganas de luchar y construir. Veo un futuro lleno de esperanzas.
– ¡Bien! ¡Sigue adelante! Si te cansas, detente en la vera del camino. Observa, contempla, ora, ama, después sigue tu senda. ¡Nunca te rindas! Lo que vale en la vida tiene su precio y sé que tú lo pagarás con abundancia.
– Gracias vida por esta nueva oportunidad…..