Querida provocadora de mis letras,
incitadora de mis pensamientos,
tú no necesitas llamarme
para sentir mi sutil presencia.
Si no me sientes, si no me ves,
es que no me has buscado
en el más sagrado lugar dentro de ti,
donde a gritos reclamo tu presencia.
Cierto, la presencia de tu prolongada ausencia
con su álgido furor de hielo
ha entumecido y puesto pálido mi alma,
ha descolorido sin piedad mis versos
con el color de la negra noche
y silenciado el sonido de mis palabras.
¡Oh, si pudiera aquí y ahora tenerte!
O, si se pudiera, tú allá tenerme.
¡Bendito deseo masoquista!
O, por si acaso, realidad estoica,
de todos modos, cerca o lejos,
presente o ausente,
tú y yo, NOS UNE LA NADA,
Y NOS SEPARA EL TODO.
¡Yo también extraño todo!
Sobre todo, aquella vez,
entre el susurro del viento frío
bajo el cielo lleno de estrellas,
cuando tus ojos cerca de mis ojos,
tu boca muy cerca de mi boca,
me dijiste con el alma en la mano:
!...TE HUBIERA DICHO QUE SÍ!