Una noche, dormí cansado. Estaba atrofiado. Mi pesadumbre me hizo olvidar mi nombre. El sueño fue largo y muy pesado. Volví a otra vida qué ya no conocía, olvidada vivía guardada en el fondo de mi corazón.
Será breve con algo de desorden…
Otra noche con calor y brisa en mi hogar. La espesa madre selva,alrededor me cubre por doquier. Un amigo, a quien cuidar, animales, plantas, amigos o algo más.
Disfruto cada segundo venerando a los dioses, proclamando canciones. Alegría me cubre, en lo obscuro de mi piel.
Mi madre la naturalezame cubre en su manto,me regala lo necesario, por eso yo le canto.
Mi derrota se aproxima, el olor a lo maligno se penetra. Mi corazón empieza a llorar, un hermano muerto cae. El humano blanco nos viene a cazar, historias del sur me han contado, sobre hombres blancos qué con sus armas de metal, te aprisionan y te hacen esclavo.
Entre matorrales vienen a mí, con su maldita ambición, con sus malditas armas, llenas de pólvora, se acercan a mí.
Primero fueron los animales de mí alrededor,muertos a sangre fríapor el conquistador.
Los miembros de mi tribu caen, uno a uno, algunos encadenados por miedo a la muerte, se caen rendidos ante el blanco enemigo.
Se acerca mi hora, decidir entre ser esclavo, o morir de pie, enfrentando al demonio qué a mi madre quiere conquistar, exprimir, y con su maldad destruirla sin un fin.
Decido morir, a entre cadenas vivir, o al villano ayudar a la tierra acabar,no podría derrocar a mi madre, destruirla menos, nunca haría eso. Así qué me enfrento a los hombres blancos, con mis flechas de árbol,y el veneno de un sapo.Rápido caigo, pues el mal hoy es fuerte, tal vez en otra vida pueda vencerle.