Negro era nuestro perro,
tenía su mirada tierna,
juguetón y fiel amigo,
y muy larga su melena.
debajo de una banca,
se solía siempre echar,
en nuestro piso de tierra,
donde iba a descansar.
Era noble el animal,
siempre nos acompañaba,
cuando íbamos de pesca,
o a trabajar al maizal.
Lo molestaba mi hermano,
su melena le jalaba,
y el le mordía suave,
sabia que solo jugaba.
Un día lo inesperado,
en un juego de rutina,
fuerte entonces le muerde,
el perro se le tira encima.
Mi hermano logra escapar,
y el perro su furia muestra,
va mordiendo a mi familia,
y muerde mi mano diestra.
Aquel amigo del alma,
pronto iría a morir,
algo no andaba bien,
eso lo podía sentir.
Siete fuimos los heridos,
la rabia lo había infectado,
nosotros al hospital,
y mi perro sacrificado.
J.Moscoso.
Derechos de autor reservado.
José Antonio Moscoso Vega.
Costa Rica, Puntarenas, Corredores.
6 de octubre 2016.