Teodocio Potes

DON REBAÑO

A partir de estos instantes dejaré de pensar en trascendencia

alguna que obnubile mi conciencia de ser

hombre común que esta aquí

sin razón distinta de vivir como la gente

bajo el único imperio emocional

del que no tiene un compromiso firmado

con el destino,

ni con un perfecto yo de un mañana inexistente,

ni con el esquivo valor moral establecido

por la temporalidad cultural de esta gris época.

 

A partir de hoy intentaré comprometerme

sólo con la vida que se respira en cada instante

sin que se aten a su efímero disfrute

cadenas mohosas ancladas en porvenir

de valores e ilusiones sospechosas.

Dejaré por fin de preocuparme por lo que dirán de mi

mis descendientes, mis escasos amigos,

 mis paisanos,

 como si hubiera pactado con mi lengua

y con mi diestra,

compromisos de ser gran cosa,

o al menos a ellos mismos igualado.

 

Tendré que acostumbrarme a estas ideas,

de que no tengo escriturado mi futuro

sino con el deber de responder con mi costumbre

de ser del montón, como cualquiera,

 así el insensato arribista,

que se juzga él mismo en mi pellejo

 con mi ejemplo

 me señale de vano, de mediocre,

de fracasado, de infeliz Don rebaño,

Don nadie, Don bacano.

 

Pero por ser de este talante peregrino

 no dejaré, claro que no,

 que nadie manipule

mi conciencia con campañas masivas

 y alusivas al buen vivir, al efímero éxito,

al reconocimiento social,

esas, derramadas al inexistente “Ser promedio”

a través de esos mensajes de gotas torrenciales,

con la avidez demencial del consumo

que corroe tanto inocente cerebro elemental

que no percibe ni el origen de sus males.