Se trata de compartir lo poco que tengo,
de dejar los estuches llenos, antes de abrir.
Tomar un vino que aunque se haya dañado
siempre nos recuerde que fuimos
parte de un pasado…
fui lo poco que fui
y no me atrevo a escribir allí,
porque a nadie interesa que fui niña
olvidada en el paraíso y suspiró llena de tristeza
cuando siento el olor de un guiso con maíz
del que no olvido.
Lo poco que tengo lo comparto contigo.
El abrigo de tela simple, pero abrigaba
a dos aunque el mal tejido mucho nos hinque,
porque fueron manos nerviosas los que lo tejieron,
manos de ganar un peso, sin ser obrero.
Yo dejé en el perro las ganas
de escuchar sus ladridos.
Dejé en mi cama un crucifijo oxidado,
qué el cura me regaló en la primera comunión
que no he olvidado.
Dejé un escombro sin dueño
en la carretera y hoy no quiero buscar
ni los restos de mi abuela.
Porque salimos del polvo y a él volvimos.
Comparto contigo mi dolor ajeno,
no sé si será bueno el compartir,
pero lo que si no puedo entregarte,
es este deseo de ir a buscarte,
donde dejé todo lo mío,
debajo del cocotero,
mis zapatos que no me servían.
Las cazuelas de barro que erguidas
estaban vacías.
Dejé los mejores reflejos
que mis años ofrecían y hasta el perro viejo
que su lento caminar ya aborrecía.
Pero todo lo compartí, mi diario de ilusiones,
en los más triste callejones de tu despedida
allí perdí … y eso si, no lo compartí.