Esa noche que nos encontramos.
Ese banco donde nos besamos.
Ese sentimiento de pasión
de brillo y color.
Algo pasó cuando te di la mano,
que empezamos a jugar a ese juego del amor.
Me tocaba empezar a mí,
cogiéndote por la cintura
y besándote por el cuello.
Tú empezaste a sonreír
mirándome con esa mirada
que me deja siempre loco.
Luego con tus manos me cogiste
por mis mejillas,
y mirándome con tus azulados ojos
me empezaste a besar
justo en un destello del reflejo de la luna.
Nos dejamos llevar por la pasión del juego.
Podríamos decir que se dio un empate.
Pude reflexionar en ese momento
que en el amor nadie gana.
No había ni ganadores ni perdedores.
Solo estaba el empate
para seguir teniendo la adicción a seguir jugando,
al juego del amor.