No será difícil maginar
tus delicadas manos
hilvanando palabras,
pintando encendidas huellas
sobre paisajes de nubes pasajeras.
Seguro hay que observarte
como aquella que deja una caricia
a un amor envidiable
hallado en un zaguán de estrellas
de una calle dormida.
Imaginar la comisura de tus labios,
tu sonrisa,
y ese mirar que de pronto se pierde
y retorna
a remendar los versos
con un toque sutil
y a tu manera.
Quizás los musites y en ese cuchicheo,
tan suave como una matinal brisa,
entonen sus himnos
los pájaros de alambre
que ideaba Neruda
y enciendan las farolas
los gnomos de los bosques.
No será difícil atisbar
el reflejo de tus ojos
en una taza de café,
para encontrarte
en toda tu ternura,
en toda tu dulzura,
como cuando le hablas
a las flores,
o eres canción de cuna,
o comprensión de madre.
Dulce mujer que escribes
no dejes que se apague
la luz de tu poesía,
deja que tus sentimientos fluyan,
enamora,
haz que tus versos lloren, rían,
canten,
se hagan eco de los ecos,
lánzalos al aire
cual blancas mariposas
que liberó el paraíso.
Derechos reservados por Ruben Maldonado.
(Imagen de la web)