Una voz desconocida increpa ¡asesino!
mientras otra suave susurra ¡homicida!
no sabe cuál es más sensata,
cual de ellas silencia más,
a cual entonces escuchar.
Si de razón quepa en las voces,
mata el tiempo (con sus rabietas),
las incertidumbres, los derrumbes
aniquila con temblorosas manos
desde un torso que sale a flote.
¡Asesino!, nuevamente se escucha
y le roza el escalofrío de un psicópata
de un serial rebelado, enfrentado
y con ese dedo apuntando a su cabeza
sigue matando la vida poco a poco.
Así lo hacen todos al mismo tiempo,
(solo hay que ir naciendo a la muerte).
Vivir no es ganar el cielo tampoco.