Con una altivez que me provoca ira y deseo
te cerco mujer sin darte el respiro ni tregua;
recorro con la mirada tu figura por esmero
definiéndome al ser el fuego que te puebla.
Cuanta imprudencia al mortificar en la paz
despojando el vestido de calma en mi alma;
me vendiste con tu seducción juego de azar
sin huella concreta pero con sabor a brazas.
Eres una rebelde que hizo lo nunca esperado:
entronar la bandera del pecado en mi mente
consternando a la pasividad con lo aflorado
por cuerpo de una joven sedienta y diligente.
No soy el hombre que antes se decía quieto
pero tampoco me volví de animal alertado.
Soy mezcla de nobleza con gusto del cielo
apoderando de tu infierno lo que has dado.
Por eso, con tu ritmo por enardecida pasión,
solo quiero que tu música sea el encuentro
para que lo flamenco baile en este corazón
desenfreno del amor consumiendo mi sueño.