Al final del camino llegué,
nada de nadie,
nada de nada
y ahora qué, para qué...
Herido el corazón,
arponeada el alma,
llorado océanos de lágrimas,
peleadas mil batallas,
saltadas todas las alambradas,
dolorido por fin el cuerpo,
nada hay, nadie me espera,
y ahora qué, para qué...
Me echo a descansar
bajo la sombra
de este ancho árbol,
duermo la vida sufrida
y sueño que vivo dormido,
no quiero ya más despertar,
no, no quiero volver al pasado
hecho presente,
si pudiera regresarme
ahora mismo
a la tierra...
Me ofrezco, me rindo,
a modo de pasto gratuito
de hienas y buitres
y así poder rodar
por la trófica cadena
de la vívida existencia...