No quiero lanzar al mundo
pasquines de besos perdidos.
A pesar de que el mercurio
ha abierto hueco en el termómetro,
mis cabellos de ceniza
conversan con el aire de la noche .
No quiero profanar intimidades
con caricias que un día fueron.
Mármoles blancos, sostienen
miembros carcomidos de impaciencia,
defenestrados,
aburridos de flexionarse.
No quiero seguir el sendero
circular, caer en la triangulación,
o dejar a mi dedo anular
sumido en la desesperanza.
Quiero
ser una voz mientras
haya un oído cercano,
un músculo que rompa fibras,
una lengua inarticulada,
unos ojos que no resistan
el fuego.
Quiero ser hierro candente,
celebrar el impacto del martillo
en la fragua de los besos
y levantar mi copa floreada
por la victoria
del último romántico.