Voy a narrar la triste historia de un cisne,
cuya belleza irradiaba en la laguna,
un ave de hermosura incomparable,
con níveas alas y cuello negro.
Sus días transcurrían felices,
rodeado por sus compañeros de especie.
Era un grupo muy selecto y orgulloso,
que llamaba la atención de los viajeros.
He aquí que este cisne no estaba solo,
amaba a una preciosa ave femenina,
hasta que un día ella sufrió una herida de arma
que le partió el corazón, llevándose su vida.
Nuestro cisne no toleró tanta angustia
y se marchó lejos de su grupo,
lo invadió la tristeza de tal forma
que ya no quiso más alimentarse.
Lo halló mi perra en agonía en la playa,
con dificultad logró alejarse de sus fauces.
No volví a ver a este cisne que sufría,
pero su destino ya estaba igual sellado.
Una tarde paseaba yo por la laguna,
cuando un nuevo fenómeno emergió.
Adornaba los bordes del espejo de agua
una rara espuma que aquí no se observaba.
Nuevamente mi perra descubrió
lo que yo confundía con burbujas,
alcancé a ver un pico inanimado
y allí yacía esa maravillosa ave blanca.
No hubo cuerpo descomponiéndose en el aire,
sino algo etéreo que de a poco se esfumaba.
Y desde entonces la espuma se extiende,
floreciendo en las márgenes de la laguna.
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