Si algún día tuvieras que marcharte,
No me pidas, que te despida tras de la puerta,
Ni que cierre las ventanas con tu partida,
Porque se iría también,
La sombra del Amor que tú sembraste;
Si alguna noche tuvieras que dejarme,
Cuida de no llevar tu almohada,
Porque en ella secuestrarías desde tu piel,
El dulce aroma a flores que tú dejaras;
Cuando te vayas,
No lo hagas de noche ni con luz de Luna,
Porque la casa, quedaría muy, muy oscura.
El día o la noche en que te marcharas,
Ojalá lloviera, sin luz del sol ni claro de madrugada,
Para apagar así mis lágrimas ahogadas,
Y simular que son también,
Del mismo sollozo, de nuestro Cielo y su Alborada.
Si algún día dieras dos pasos de tu partida,
Te pido que no gires a borrar tus huellas,
Para que el día que sientas frío y quieras dormir,
Sepas por donde volver,
Para abrigarte entre mi abrazo y mis cobijas.
El día que ya dispongas de tu partida,
Te ruego con toda el Alma,
No te despidas,
Porque tu Adiós será una espina en mi garganta,
Y tú mirada un lacre que también selle la mía;
Aquel día… no me abraces… no digas nada,
Porque es mejor el silencio con filo de muerte,
Que una sola palabra tuya,
Que hará más larga mi agonía.
El día que tuvieras que marcharte…
No te vayas,
Sólo abrázame y dejame decirte,
Que mi amor por ti,
Es más grande
Que la misma muerte.