Hace siglos que camino mirando al suelo,
no por esquivar trullas de perro,
si no por eludir la mierda que me rodea;
políticos de mierda, banqueros de mierda
promotores de mierda,
por no toparme de bruces con negreros,
maltratadores, chupasangres y voceros de dios
cuyo aliento infecta cuanto alcanza,
cuyos pasos envenenan la hierba
cual caballos de Atila.
Camino cabizbajo por vergüenza,
porque aun tengo casa, y trabajo y familia,
porque vivo mejor que la mesnada,
porque no me atrevo a mirar a la cara a los mendigos,
a los que escarban las basuras,
a los que yacen tendidos en un banco.
Camino agachando la frente
cuando no la agaché ante el castigo
ni ante la espada ni ante la amenaza,
por no encontrar un espejo ante mi paso
que refleje mi patética imagen,
por no cruzar mi mirada con la tuya
que me llamas empresario de mierda,
chupasangre, negrero
y que aguantas el aliento cuando cruzo tu estela.
¿Donde hallar la justicia, la paz, el equilibrio?
quizás desnudando mi cuerpo y mi cerebro
y subiendo descalzo hacia la ermita
donde mora la sabiduría,
donde el oro vale menos que la piedra,
donde el tiempo no existe
y la paz se respira por los poros del alma,
quizás buscando una isla solitaria
perdida en el olvido
donde volver a nacer a un mundo nuevo
más allá de El camino de Santiago.
Pero no tengo fuerzas
y apenas consigo esquivar las vomiteras
y me doy de bruces con los tahúres
con los trileros, con los navajeros
de pluma y cuello blanco
y acabo acostumbrándome a su hedor
a su mirada sucia, a su aliento infecto,
porque he claudicado, porque soy un cobarde
porque ya no me veo en los espejos,
porque perdí la sonrisa y la esperanza
en el tunel del tiempo.