Como cuesta tanto olvidarte
si veo como día a día voy muriendo
sin tener tu aliento,
tu vida y el palpitar de tu corazón.
Como los árboles lloran en otoño
por haber perdido sus hojas,
sus frutos y su corteza envuelta
por el seco sombrío del viento.
Y como sus raíces esperan la vida,
cubierta de la gruesa capa de nata
que ha entumecido el suelo
con el frió invierno caído del cielo.
Como todo se torna en un inmenso vació
un precipicio sin fin,
una llama que se extingue
y el aire que se agota.
Como esas raíces que se estremecen
en las entrañas de la tierra,
ese rugido del viento,
y la espesura de la niebla,
perdida en la oscuridad,…
sedienta de la luz,
sedienta de tus labios.
sedienta de la primavera,
sedienta de tu alma.
De esas flores de sus colores,
de esos cantos de los pájaros.
Porque los oídos ensordecidos están de falsos clamores.
Pensar que nada me consuela solo estar junto a ti,
aunque sean pincelazos de segundos es un arte para mí.
Entorpecida por su aliento,
por sus manos, por su juego.
Y aunque el invierno me parta en mil pedazos,
es mejor que vivir en una falsa primavera,
de un flamante sol chispeante que queme
ese hilo que me une a la vida
y no se pueda unir después.