Castigó su corazón,
¡ya no te amo!, le dijo,
y se fue con aire triunfante,
dejando esposo e hijo.
El hombre se preguntaba,
¿las frases donde se fueron?
de amor eterno emanadas,
que un día sus labios le dieron.
Es que el amor muchas veces,
no está donde se profesa,
y son falacias divinas,
convertidas en promesas.
El tiempo pasó despacio,
así la vida lo quiso,
asumiendo un rol distinto,
un padre solo y su hijo.
Nunca volvió a su hogar,
fueron miles las excusas,
la pobreza de aquel hombre,
y muchas ideas confusas.
Pero todo tiene su precio,
también cuando se hace daño,
la vida misma se encarga,
de compensar con los años.
Y aquella mujer que marchó,
abandonando su hogar,
solo encontró desdicha,
amor no pudo encontrar.
Y ni que hablar de lo bueno,
también paga con abundancia,
y da aroma de buenas nuevas,
como una dulce fragancia.
Y al hombre de esta historia,
le llegaron tiempos mejores,
su hijo creció a su lado,
y formó su hogar con honores.
Nunca hay desearle mal,
al ser que tanto se amó,
sin importar la dolencia,
que su partida dejó.
J.Moscoso.
Derechos de autor reservados.
José Antonio Moscoso Vega.
Costa Rica, Puntarenas, Corredores.
13 de octubre 2016.