Adrian Labansat

RECUERDOS ENTRE UN HOMBRE Y UN FLORERO

 

Vertical y horizontal desde los muebles mira,

envuelto en el perfume que se marcha

nunca lloró las despedidas,

por las tardes presagia ciertos manoteos

que requiebran su piel de esmalte

inundando de silencios sus entrañas,

la soledad le acrecienta inertes tallos como pinceles que abrevan,

cuerpo hueco, redondo, ser indolente,

valle de barro y fatigadas ternuras,   

testigo sin reposo, lengua, ojos,

forma redonda que cruza la vida siendo abrevadero

dulces y amargas memorias sobre su cuerpo

días de bodas, muertos, velorios

amores que también agonizan

junto a candiles y flores indiferentes.

en sus adentros las amamanta  para impedir que fallezcan

cría como se crían los recuerdos para que no mueran,

se olvida del día y la noche,

noctámbulo tizón de barro o porcelana

bailando con flores, sueños y muertos resucitados.

 

Un día un remolino de manos

lo sumergió hasta la tierra

donde conoció su muerte.

 

Un día lo vi roto, imperturbable

en el pabellón de los objetos que se marchan,

un fantasma, un oscuro y distante recuerdo nos ha cuarteado,

algo de su materia desentierra invisibles senderos

por donde también me he ido.