Las tardes de diamantinas luces,
van penetrando entre el sayo
del bosque, umbrío de pinos,
pájaros, musgos y álamos.
La sangre que exuda es verde
y enfría la piel del barro
derramado en los senderos
construidos por descalzos
piececitos de animales
donde el bosque es su resguardo.
Se mezclan locas de aromas
las flores que van mutando
de ser mariposas quietas
hasta ser las bailarinas
de algún salón encantado.
Y los rayos persistentes
como un puñal van zanjando
heridas que se hacen bocas
para besarlo embriagado;
como amante que persigue
el nimio roce anhelado.