“El 18 de abril de 1922 ocho personas fueron asesinadas
por Mateo Banks y Keena en las estancias
“El Trébol” y “La Buena Suerte”, del partido de Azul.
Seis familiares y dos peones.”
“…Teatro Español de Azul…,los días 15 y 16 de abril de 1922
se presentaron Gardel y Razano en esa
sala. Apenas dos días después, Azul seria noticia nacional
e internacional por la matanza de Banks.”
MATEO BANKS
Sí señor, fue en el año veintidos que ocurrió la tragedia que le cuento
y que no tiene para mí la importancia que usted le está dando con curiosidad
de porteño.
Se me hacen humo los recuerdos, dijo el viejo arriero, y siguió hablando…
Claro que estoy seguro que fue el año veintidos, como no lo voy a estar.
Si fue cuando la gente de Don Hipólito ganó en casi todas partes y
Azul fue para los conservadores.
En el veintidos se reunió el Congreso Anarquista y apareció
el tango “Milonguita”.
Digo al toque las cosas que voy recordando porque de no hacerlo
es fácil que las vaya olvidando.
Que me corte el pescuezo el diablo si no fue en el veintidos
ese duelo criollo del que le voy hablar.
De la clase del veintidos es “Peco” López Claro y lo relaciono
en la memoria, aunque sea mi amigo bastante menor.
Fue en el café del Hotel Colon donde los dos gauchos se enfrentaron.
No eran de los “habitué”, no eran del mismo palo
que los parroquianos del lugar.
Y este tipo de duelo no era propio del sitio.
Se va asombrar; por esos tiempos menudeaban cuchilleros guapos
de valía y también los que andaban detrás de fama y cartel.
Y asombraban los visteadores con su elegante esgrima del facón;
le nombro por caso a Julián Andrade.
Todavía había payadores en los años veinte.
Y también los paisanos, los arrieros de tropa,
los hombres del mercado de hacienda.
Todo eso ya ha pasado y vuelvo a su inquietud.
El duelo gaucho que yo contemplé.
Y así continuaba su narración aquel vecino del Azul…
…En el silencio que presagiaba el alba estaba
como tristón el patio del Colon esa mañana de otoño de abril,
pero muy fria; era toda quietud y era tal el silencio
que se escuchaban los latidos del alma.
Los que iban llegando del frio amanecer requerían su copa
de caña o ginebra.
Y digo señor que para su placer y beneficio
continuo el relato por donde estará su regocijo,
que es la parte del duelo donde flamea el poncho
y el cuchillo calienta el aguijón.
Llegaron temprano dos hombres bien montados.
Uno en un blanco mosqueado y el otro en un un
bayo dorado.
Lucían los caballos buen apero y a sus criollos pelajes
los bañaba el reflejo cansino de los faroles hoteleros.
Animales de valía le digo, animales para conocedores…
Más todavía el dorado; no son de verse todos los días
los pelajes de los criollos que montaban.
Apenas se quiere asomar la luz en esa jornada helada
y está colgado del aire un pesado silencio en ese día
de cuchilleros.
Esa mañana hubiera sido en el bar un estampido
la caída de un pelo y estruendoso el andar de la víbora
por el suelo.
De pronto fue una sola cosa enroscarse el poncho
en la mano y darle con todo al duelo.
Una puntita de Sol esta amagando asomar.
Un viejo sabio y conocedor también por diablo,
sentencia que acá no es cosa política;
ni tampoco hay de por medio una mujer.
Y agregó que políticos y hembras son cosas
más cerca del infierno que del querer.
Pero este no es el caso.
Y vaya saber porque el diablo los habrá enfrentado.
Uno es viejo y aplomado y el otro es un jovencito
apurado y compadrito.
Al hombre mayor comenzó a faltarle el aire al rato
del ir y venir de las puñaladas y comprendió
que era muy joven el contrincante.
La daga le pesaba y lo sentía.
Tenía el brazo fuerte el guacho que le tiraba
demasiado ligero los puntazos.
Hubo época en que el viejo también tenía la puñalada
pesada y rápida; se llamaba Carmona y en su época
no fue de arriar.
Y pensaba el veterano que hubo tiempo
que tuvo más insolencia que este chico que era
más joven que su hijo....
Los recuerdos se precipitaban en torbellino y en la memoria
del gaucho viejo se iban agolpando imágenes de un pasado
bravo hecho de coraje y de facón.
Pero ya era tarde y sintió que aflojaba.
Cuando supo que había cometido el error todo se precipito
y se le metió por el costado el acero como a Jesús
le entro la lanza del romano.
Caído en el suelo ya no tenía la daga y perdía sangre
de la herida por entre los dedos de la mano.
Entre brumas contempló al vencedor que festejaba,
pero con una extraña angustia en la cara. Era muy joven.
El viejo lo miró por última vez con tristeza…
Y se murió contemplando la Cruz del Sur
el cansado cuchillero criollo.
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Y ahora le cuento como finalizó aquel duelo a la luz de los faroles,
cuando ya llegaba el Sol al Hotel Colon de los pagos del Azul…
--Los hombres que habían estado observando se lanzaron
a evitar la tragedia pero ya era tarde.
--Uno era el poeta Don Adolfo Vilatte, propietario del hotel,
y el otro era el parroquiano Don Mateo.
Ante el muerto tirado en el piso de cara al cielo
entre la sangre derramada, el irlandés Mateo Banks y Keena,
cónsul de Gran Bretaña, dijo totalmente indignado;
“estos gauchos borrachos llevan la muerte en las venas”.
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