¡Tan imponente es la Luna!
Y con su brillo que a nadie niega
lleva la luz a las tinieblas;
en su caminar lento
y su jadear elegante
calma al más exaltado de los corazones.
Ella sabe ser cómplice silenciosa
de muchos ojos llorones
y de tantas almas solitarias
que tienen guardados
secretos inconfesables.
Ella no cuestiona
no censura
no corrige
no traiciona
y no condena.
Solo observa
escucha
y sabe tragarse con agrado
y discreción perfecta
las miradas inertes
o miradas de fuego
que esconden tantas tristezas
o celebran tantas alegrías.
Rosa siempre la espera
porque tiene cada vez
un secreto nuevo que contarle
sobre todo cada octubre
que es cuando viste su mejor traje.
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