En la espiga de su cuerpo,
el viento surcaba curvas y con sutil dulzura,
hacia bailar su negra melena,
que cual rabiosa cascada descendía por su espalda,
hasta descansar en sus voluptuosas caderas.
Hermoso paisaje a contraluz, enloqueciendo mis sentidos.
De repente mis dedos, sin mandato alguno,
resbalaban desde su frente hasta sus pies,
seda entre mis manos, sabroso manjar para mi boca.
Labios ansiosos de besos,
cuerpos desbocados de pasión y en sus ojos..el reclamo.
Y fuimos uno con la noche,
testigo mudo la luna, del color de su mirada.