Parte III.
Si los dos meses últimos me habían pasado con la rapidez de un sin pensar, mis siguientes 47 días pasarían con la lentitud del desvelo continuado del dolor y de la nada.
Mis sentidos eran un todo de dolor insoportable, olía oía y me sabía la vida a tanto a dolor que apenas oí la voz del doctor Bastos:
- Benito Rivas, estás en el Hospital de Sangre del Hotel Londres de San Sebastian y tu futuro pinta más a bastos que mi apellido.
Yo no sabía porque, pero sí, todo apuntaba a que mi futuro valía menos que el dos del apellido del doctor. El padrino me dejo allí medio desangrado y con todo mi atrás lleno de metralla.
Y ...., por si vivía; me dejo bajo la atención del amparo de Amparito la telefonista amiga de Balendiñe, que pensaba quedarse en San Sebastian cuando el frente se derrumbara. Los momentos de la evacuación fueron difíciles, por allí circulaban enfermeras, practicantes, médicos y camilleros con los heridos que pintaban otros palos que no fueran bastos y que podían ser evacuados en el desbarajuste de la huida.
Amparito y alguno más se quedaron, yo también. Que remedio.
Según Amparito, a partir de ahora esta era mi verdadera historia, y la única que tenía que contar:
- Yo había llegado de Galicia para embarcar de engrasador en los bacaladeros de Pasajes a mediados de Julio y no pude hacerlo por haber estallado la guerra. Mi padrino para evitar que los milicianos me enrolasen en sus filas me dio el puesto de camillero-enfermero del sindicato “Avance Marino\" ensalzando mis méritos para el puesto: juventud, agilidad de movimientos y velocidad al correr. A más ¡más!, todos esos méritos míos los rubricó con el del parentesco que nos unía. Y me dijo:
- Así na primeira ocasión que teñas corres como un tolo e pásasche aos nacionais para volver a Galicia coa familia.
Y la ocasión me llego en la montaña de Oyarzun ...., y corrí todo lo que pude hasta que algo exploto tras de mi y yo explote allí también.
Dijo el Dr. Bastos que aún a pesar de la gravedad de mis heridas y la pérdida de sangre, la mochila de enfermero y el casco me habían salvado la vida. Eso y que a la anochecida el frente se había calmado, y que mi padrino me había recogido y llevado al hospital de Sangre y allí me dejo diciendo quien era el y quien era yo y que lo que tenga que ser, sea. Y nada más, esa era ahora mi historia.
Amparito era la telefonista en el Hotel Londres y cuando el hotel paso a Hospital de Sangre, los botones, peluqueros, la de la manicura, la gente de la cocina y a ella misma, les habían obligado a quedarse en el hospital en sus puestos o como auxiliares de lo que fuera. Y que ella, sabía de mi historia desde hacía un mes porque mi tía Balendiñe había sido compañera suya en el hotel, y que por Agosto le había pedido que me escondiesen hasta que llegasen los nacionales, pero que ella no lo pudo hacer porque ya bastante riesgo corrían en casa con esconder a su padre, que era un falangista de los de primera hora. Y que finalmente mi padrino y Balendiñe me habían llevado allí moribundo y que le habían contado lo de mi fracaso en pasarme al otro bando y que si vivía, protegiese mi vida hasta donde pudiera.
Yo conté mi historia y Amparito la suya y debió valer, porque sigo vivo
A los pocos días de la entrada de las tropas nacionales el Hospital de Sangre volvió a ser Hotel Londres y Ampàrito volvió a ser su telefonista, a mi me trasladaron a un Hospital frente al Kursaal, era conocido como el Hospital del Partido Carlista, aunque su nombre era Hospital de Nuestra Señora de los Dolores. Y allí seguí yo con mis dolores y mil infecciones (una por cada agujero), y la metralla la iban sacando en las curas o mi propio cuerpo la iba expulsando.
- Aún ahora, y ya han pasado 38 años tengo metralla en los brazos. La ve don Eladio, esos puntos negros y duros como el acero, se quedaron ahí, pegados a mi.
Y así; con días de noches lentas paso Septiembre y parte de Octubre. Cada pocos días me llevaban a una habitación del hospital donde me recibía un Capitán Requeté que investigaba mi pasado, unas veces me preguntaba sobre el padrino y mi vida con él y otras, venía acompañado de algún vecino de Trincherpe para ver si me identificaban como parte de la \"chusma gallega del sindicato\" que quiso quemar la iglesia de San Pedro, o por si era de los “gallegos” a los que se les achacaba la muerte del párroco de Pasajes.
Nadie vio en mi nada que acelerase mi destino final.
Los días y las curas fueron pasando con las visitas de mi amparo y salvadora \"Amparito\", hasta que a finales de Octubre vino a verme un marino de guerra que venia de Galicia para incorporarse a la dotación del \"Galerna\" un bacaladero de la PYSBE que había sido apresado a mediados de octubre por la Flotilla de Patrulleros de Pasajes. Me alegró la vida con noticias de mi familia y además, traía una orden para llevarme con el al Galerna. Esa tarde abandoné el Hospital y felizmente dolorido pase la noche en el Galerna. Era el 27 de Octubre, habían pasado 47 días desde lo mío en Oyarzun. Ya no era un mozalbete medio niño medio hombre, era un hombre que el próximo 6 de enero cumpliría 18 años, estaba vivo, estaba embarcado y me iba a ir para Galicia con los míos y no me había despedido de Amparito, mi salvadora.
Continuará la guerra de Rivas. .... (si os apetece).