1
Nuestras miradas se cruzaron, una y otra vez.
Fue hasta cuando me sonreíste coquetamente que me levanté y me dirigí a tu mesa.
Me invitaste a sentarme y cenar contigo.
¿Por qué habría de negarme?
A quien le dan pan que llore.
2
Acabamos la cena.
Continuamos con un par de botellas de vino.
Era una velada muy agradable.
Interesante como tú.
Las risas y el toque físico entre nuestras manos se fueron haciendo más seguidas y más placenteras.
Tu departamento estaba a dos cuadras de ahí, dijiste.
Accedí a acompañarte y seguir charlando.
3
Nos pusimos cómodos, primero cada quien en un silló.
Luego la música electrónica con ritmos de rock nos motivó a bailar.
Mejor dicho, a brincar por toda la sala.
Caímos rendidos, cansados, en la cama.
Nos miramos sin decir nada.
Y nos besamos.
4
La madrugada fue cayendo, al igual que nuestras prendas.
Todo se volvió excitante, verte boca abajo debajo de mi.
Tu piel desnuda, tus gemidos.
El clímax parecía haber llegado.
5
Pero algo se apoderó de mi.
Al estar dentro de ti sentí asco, quise salir y huir.
En vez de eso me jalaste y me hiciste quedarme.
Te odié en ese momento.
Te odié tanto, que mi excitación se hizo más grande y tu placer igual.
6
Al momento siguiente recuerdo estar lavándome la cara.
Miraba mi rostro en el espejo del baño.
La sangre escurría por mi boca, mi pecho, mis manos.
Ríos de sangre corrían por el lavabo.
Corrí a buscarte en la cama y te veías tan tranquila recostada.
Como un ángel.
Como un ángel al cual le han quitado las alas y se las han comido.
Como un ángel al cual lo han vuelto humano.
7
He despertado a medio día.
No hay problema pues es domingo.
Y me siento aliviado, relajado como un bebé después de un baño.
Al prender la televisión y ver la noticia estelar.
Me hizo sentirme orgulloso, pues no había sido un sueño.
Entendí que no había problema alguno.
Por un tiempo.
Hasta encontrarme con otro ángel.