Quiero decirte que me duele soñarte.
Aveces
soñar contigo me deja más de tres horas pensando en la cama,
con la nostalgia en la garganta, sin que mi mente distinga
que aquello no fue real.
Las canciones que antes escuchaba por diversión,
hoy son himnos de un corazón herido,
de unos ojos llorozos y de una voz carraspoza de cantina.
Los karaokes jamás habían sido tan profundos,
ni los sorbos de vodka tan sinceros.
Quiero dedicarte
cada uno de mis gritos a la vida,
porque todos tienen punto de partida
de pensarte a mi lado.
Decirte
que mi corazón late a mil cuando te veo,
ilusionado de la idea
de jamás verte de la mano de otro hombre.
Esa sonrísa
que antes iluminaba mi alma,
hoy apaga los miedos que siento de no volver a verla nunca más.
No sé si se puede sentir seguridad y tristeza a la vez,
pero lo siento.
Si el mundo fue capaz de ponerte frente a mi,
entre todas,
no es coincidencia.
No sé si se puede morir de amor,
pero lo siento.
De nada sirvió deshacerme de tus fotos
cuando te aprendí de memoria.
Cuando amé cada facción y cada gesto que me dedicaste.
Cuando a casa llegaba pensando como podría ser más feliz contigo,
a pesar de los problemas de pareja y de trabajo
y de las ciudades y estas expectativas que nos enseñaron a tener
para condicionarnos un amor que en realidad debiese ser eterno y libre.
Quiero que tu recuerdo me dé de beber,
y embriagarme para ser el torpe auténtico que de niño fui.
Y no dejar de serlo por ninguna,
menos por ti.
Quiero que mi amor esté lleno de errores,
si es que así se hace auténtico,
si se hace real...
si es que así se hace tuyo.