Atraviesas el espacio cabalgando un suspiro
en el instante preciso en que parpadeo,
llegas llena de olores profundos,
constelada de signos,
preñada de árboles las manos
y los pies alumbrados de playas.
Cruzas toda la memoria de la noche,
ascendiendo desde un beso
nacido en la certidumbre redonda de tu boca,
bajando sobre mí pecho como un rio manso,
como un fuego purificador,
y se escucha la voz de una campana
que dice tu presencia.
Infinita te repartes por el silencio,
me habitas de razones
conduciéndome hacia donde existo,
hacia donde soy materia posada en tu vientre,
al lugar en el que eres sin prisas,
donde somos simplemente,
una mujer y un hombre
que se necesitan.