Hoy igual que ayer, me siento a contemplar mi vergel y vienen a mi memorias, historias vividas del ayer, para entender que la vida es tan corta y sin embargo tal pareciera que hemos vivido muchas vidas pérdidas en el pasado, cada época nos deja su sello y su historia, las edades nos van llenando de glorias, la infancia hermosa cimiento de la vida, sin preocupaciones, la carga de pureza e inocencia que desparramamos a lo largo de la adolescencia, comienzan las aventuras, cambiamos travesuras por picardías y así vamos creciendo en osadías.
¿Quien no guarda recuerdos gratos de este tiempo, los cotidianos y mágicos descubrimientos? ¡Ah! que bueno fuese retroceder el tiempo, encontrarnos con los amigos de juegos y travesuras o volver a sentir el gozo del primer beso entre criaturas. Recordar los maestros que sembraron en nuestra mente inocente, conocimientos trascendentes, que sirvieron de pilares en las épocas subsiguientes, porque ciertamente, jamás olvidamos los primeros aprendizajes obtenidos en los primeros años y en la pubertad.
Tan seriamente grabados que si llevamos la experiencia de un mal recuerdo en la memoria, nos acompañará de por vida como pesadilla, y tendemos a reproducirlos en nuestros hijos, de allí la importancia de darles solo buenos ejemplos.
Recuerdo cuando jugaba en la panza de mi padre y le hacía cosquillas con la boca y el reía y se dibuja en mi una sonrisa, pero también recuerdo cuando él y mi madre se peleaban y yo no entendía el porque, pero, al pasar un tiempo alguien me preguntó ¿Con quien quieres vivir con Papá o con mamá? ó ¿A quien quieres más, a mamá o a papá? os aconsejo que jamás hagan esa pregunta a sus hijos, ni a sus nietos, sean cuales sean las circunstancias, porque quedan clavadas como dagas en el alma del niño, imposibilitado en responder para no herir o traicionar a ninguno de los dos seres amados.
Bueno, eso me pasó a mi y fui a dar a las manos de adorada abuela paterna, donde comencé a dejar mi infancia de juegos para convertirme en mujer. Mi abuela una mujer de recio carácter, muy severa y sin contemplaciones, me enseñaba los oficios de la casa propios de una mujer, por mi corta estatura debía lavar los platos montada en un cajón en una especie de mostrador de cemento con una batea, algo muy raro por estos tiempos; y cada día crecía un poco más, y así en la misma medida crecía mi tristeza.
Añoraba el calor de mi hogar, los cariños de mi madre, los juegos con mis hermanos, en fin, me sentí presa atrapada y sin salida, no podía comprender ¿Porque me habían castigado de esa manera? apenas comenzaba la escuela, y me tomaron una foto con uniforme, donde hasta el día de hoy al observarla, solo veo en ella reflejada mi tristeza, frente a un libro sentada en una mesa.
Un vez mi abuela me llevó al patio donde había un gallinero, y donde yo acostumbraba a recoger diariamente los huevitos calientes, que ponían las señoras gallinas después de una alaraca matutina y que nos servían de alimento diario, en fin, esa mañana fue diferente, mi abuela me obligó a perseguir una hermosa gallina, porque ese día habían invitados y sería convertida en hervido.
Pero lo dramático fue la primera lección que recibiría, de como debía aprender a sacrificar la infortunada ave, me decía: Raquelina agarre fuerte las patas, se ayuda con las piernas y luego tómela del pescuezo y jale con todas sus fuerzas, ¡Ay Dios¡ yo solo podía ver sus ojitos mirándome pidiendo compasión y yo entre lágrimas ejecutando la cruel misión.
Yo no quería, le decía: ¡no, no abuela!, no puedo matarla, a lo que ella respondía: Usted es una mujer, algún día se va a casar y va a tener un hogar y tendrá hijos que alimentar, y si no sabe matar una gallina, tampoco se podrá casar. Entonces yo gritaba, ¡pero abue! yo no me quiero casar y ¡zuaz! ella empujó mi mano y la gallina es pescuezó y ese día me convertí en asesina de una pobre gallina turuleca.
¿Y saben algo? al correr de los años, ya ni en los pueblos crían gallinas, industrializaron el ave, me casé y jamás tuve que volver a matar una gallina, pero mi abuela nunca pudo enterarse que a los pollos y gallinas se les compra beneficiados en los supermercados, porque al tiempo ella murió.
Y colorín, colorado, este cuento por hoy ha terminado y si no les gustó léanse otro mas animado. Aquí se los dejo mis amados. Moraleja: Nunca hagas caso a las enseñanzas de la abuela, que al poco tiempo pasarán al baúl de los recuerdos sin uso. y para mi entonces fue un abuso.
Raquelinamor
Venezuela/2016
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