Alberto Escobar

Permítanme una reflexión

 

 

Disiento profundamente del que se reviste

de dominio por acudir diariamente al mismo

sitio para cumplir con el sueldo que le da

pábulo.

La Costumbre es una emperadora con tal poder

que confunde en posesión sobre el asiento

que frecuenta pensándose prioritario

sobre el que le avecina solo por llevar más tiempo.

La Costumbre le empodera de tal manera que

se esparce en relajo sobre su pesebre que 

,aunque discurre en él más tiempo que en casa

en algunos casos, se convierte en hogar, de hogar

pasa a propiedad privada y de ahí a erigirse con

derecho en dirimidor de su destino, cuando todo

lo que le rodea pertenece a una Santísima Trinidad

invisible que habita un olimpo desde el que ,como

avión que conforta de pitanza a niños hambrientos

tras guerras injustas, le acerca al susodicho una

ración cual perro de Pavlov.