Las hierbas sisearon con las flores dobladas;
Los vientos avanzaban sobre un estanque
trémulo bajo cielos helados,
rasgando y dispersando las nubes.
El viento soplaba en el brezal agostado,
pero no se movía una hoja en el bosque;
criaturas oscuras reptaban en silencio,
y allí estaban las sombras día y noche.
El mundo abandonó y se elevó volando
sobre una noche amplia de mareas.
La luna navegó sobre los vientos
y desvaneció el resplandor de las estrellas.
Corrían mustias los ríos,
los lagos ahogados en llamas,
continúan los dolores y las penas
mientras que la niebla me adormitaba.
Desconsolado y en profundo sueño
me arrecosté sobre las hojas,
mientras que mis alrededores
intentaban asesinar a todo lo que llamara hogar.
Y extasiado desperté
mientras no creía lo que miraba,
belleza a través de la ventana y sonidos hermosos a mis oídos,
¿Seguía vivo o continuaba dormido?
Caminaba entre tanta beldad hasta llegar a la ciudad,
y seguía pensando que había sucedido,
¿Qué es lo que pasaba,
con lo que yo antes llamaba hogar?
Cuánta paz y tranquilidad que ahora se vivía en la ciudad,
como se respira tú aroma
y ahora puedo suspirar
sin tener miedo que algo me pudiera afectar.
Pero mientras más me adentraba
podía ver una tormenta asomarse,
relámpagos y truenos caían con odio,
destruyendo todo aquello sin tener piedad.
Los relámpagos continuaban avanzando
bajo la tormenta
pero los pies que han echado andar
regresan por fin al hogar lejano.
Asustado corría hacía el bosque
sin mirar hacia atrás,
no creía lo que estaba sucediendo,
y comencé a gritar:
¡Pino, tú no suspires, hasta el viento del alba!
¡Luna, escóndete! Que haya sombra en la tierra.
¡Silencio! ¡Silencio! ¡Roble, Fresno y Espino!
¡Que el agua calle hasta que apunte la mañana!
Los ojos que fuegos y espadas han visto
y horrores en salones de piedra,
miran al fin su realidad
y entumecidos querían regresar.