Estoy muy acongojado
la mujer que veneraba
no le importó que la amaba
y se marchó de mi lado,
me cuesta estar inspirado
ahora casi ni escribo
su decisión no concibo
si era mi cielo estrellado.
Ya se había convertido
en mi musa predilecta,
irradiaba luz perfecta
como una luna de plata,
con sus labios escarlata
mis venas hacía hervir
tanto me hacía sentir
que me ponía perdido.
Que mujer! Y que pasión!,
eran fuego sus miradas
que cual bellas llamaradas
mi estro ponía encendido
y con versos hechos nido
la colmaba de embelesos
cubriéndola con mis besos
entregando el corazón!
Con su bendita ternura
tanto pudo deleitarme
y no quiero resignarme
a perder ese cariño,
pues su suavidad de armiño
era como terciopelo
que me brindaba consuelo
en mis horas de amargura.
Yo quisiera que comprenda
que de mi vida era parte,
era mi bello estandarte
en la cima de mis sueños
porque era mi único empeño
verla feliz y contenta
y deseo se de cuenta
que su amor era mi prenda!!
Autor: Aníbal Rodríguez.