Mario Antonio

¿Por qué?

 

¿Por qué?

¿Por qué estás tan lejos… Señor? cuando te llamo

No veo, no existo, no vivo; si callas cuando te clamo.

 Desfallece mi alma, si a mi lado no estas.

 

He perdido tus huellas, ya no escucho tus pasos.

Me intimida la muerte,  con arsenal de fracasos.

Ciego y triste, tiritando de frío;  me agobia el dolor.

 

¿Por qué estás tan lejos? ¿Por qué…? Rey de los caballeros.

Se ha quebrado mi arco, ante miles flecheros.

Y aunque lábil y triste, diré como Job:  !Tú vives!.

 

Se ha estrellado mi voz, en insípidas piedras.

Entre gélidas aguas, y enredada entre hiedras.

Gime mi alma y pregunto: ¿Por qué estás tan lejos?

 

 

Muchos te ven  en  pinturas, y entre miles collares.

Con un rostro sufriente, como dios de millares

Pero mis ojos te buscan, como David a Jehová.

 

Ven y ruge, León de Judá; y saltad de entre los collados.

! Con tu gloria de Sión!  E invencibles vallados.

Se han nublado mis ojos como eclipse de sol.

 

Así como el  siervo brama desesperado por el río,

Y el mendigo lacerado,  gimiendo por el frío,

Así yo clamo, yo ruego: ten piedad  mi gran Señor.

 

Se escapa mí tarde, y se ahoga mi grito.

Se ha estremecido mi voz, opacada en el infinito.

Y ha expirado mi vela en una  noche solaz.

 

 

Mi  clamor surca el silencio entre polvo y ceniza

Y desespera mi corazón agonizando de prisa.

¿Por qué callas Señor? ¿Por qué…? Si mi alma te busca.

 

Si es de día, No sé,  si es de noche…No sé.

Pero sé que  existes !Jesús! Y has de calmar mi sed.

Porque desde el vientre  de mi madre, tu eres mi  Dios.

 

Si has guardado silencio !Perdón!  He sido frágil Señor.

Aunque desmaya mi alma, Tú  eres mi escudo de amor.

Mi admirado guerrero, sublime, faro de Luz.

 

Tú no estás muerto señor, tú tienes pies y caminas.

Tienes boca, y me hablas, Rey sin corona de espina.

Vencedor de la muerte y coronado de amor

 

Venid pequeño cordero, prorrumpe el dulce  Pastor.

No temas, no llores,  no sufras; he vencido el dolor.

Sus palabras refrescan  como  rocío de Hermón.

 

!Oh! Habla maestro ¡habla! grita mi alma al Señor.

Calcina trincheras enigmas; y arrancad de mí el pavor.

Hoy te escucho, hoy te veo,  y me alumbra sublime tu luz.

 

Hoy has tomado mis manos, con el raudal de tu gracia,

Has estado a mi lado,  y tu amor hoy me sacia.

Oh! gracias guerrero, por tu bendita fuente de amor.

 

Brilla la luz, cae la niebla, cesa el viento, y calla la mar.

Con tierno y sumo cuidado, llevome  el Señor  a su altar.

Eres mi gloria, mi escudo, y el que levanta mi cabeza.

 

 

Mario A. Martinez. M.