Aprendí a amar los ríos en los mapas de la infancia,
estudiar un río, era como estudiar al hombre,
surge de las entrañas de la tierra, a veces nacía
tímido, escondido en alguna oquedad, bajo los chopos
y las adélfas y ya se oían, los balbucéos o las risas
brotando a borbotones en mitad de la ladera,
todo era alejarse de sus orillas y salir del paraíso de
la bondad, en el que no cabían malos augurios, ni
incitaciónes a la guerra ni al martirio, aquí donde los
ríos fueron caminos para soñar de los que éramos
de tierra adentro, y para invitarnos a viajar desde
sus riberas.