Asomo mis formas, tiemblo de frío
vivo anónimo en el nácar
de un caparazón agigantado
sigiloso y lento.
Ya no llegan los martirios y el sufrir.
Adherido a las mutantes paredes de agua
me sumerjo en las cintas plateadas,
que raudas como saetas inalcanzables,
desplazan en cauce avasallante,
hasta rozar las algas en la orilla,
donde las corrientes y el oleaje pugnan
para llegar primero al descanso.