me golpeaste los sueños
sobre quién era yo
con tu herida de hierro
y con tus letras de hielo
y con tus ojos del cielo.
*
había escondido mi sol
entre los dedos de tus pies.
me había cubierto las mejillas
con un pañuelo
tejido con hilos de sentido
que nunca me ha pertenecido.
*
siempre llevabas seda
y cuando finalmente te atreviste
a mirarme a los ojos
no lograste fijarte
que tú eras la mariposa
y yo esperaba que te vieras
al espejo de mis lágrimas calladas,
enterrada viva en la esperanza
de algún día prestarte mis alas.
*
ahora sin tí
vuelvo
a mi alma
como a una casa abandonada
y le hago una sola pregunta
al eco:
¿qué estarán haciendo hoy
mis heridas
en algún casi desconocido rincón
de tu corazón?